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¿Son las bebidas light una buena alternativa?



Las bebidas refrescantes son una importante fuente de azúcares que no aportan otro tipo de nutrientes, es decir, son calorías vacías. Según la OMS, los niños no deberían tomar más de 25 gramos de azúcares al día (sin incluir el contenido en frutas, verduras y lácteos), y los adultos no deberían superar los 50 gramos. Un solo refresco de lata supera el límite máximo aconsejable en niños y ronda cerca del de los adultos. Por esta razón, cada vez más se ha inculcado la idea entre la población de que consumir bebidas light, acalóricas y sin azúcares, es mejor opción para la salud y no fomentan el aumento de peso. En contraposición, las nuevas investigaciones parecen haber encontrado como el aumento en el consumo de bebidas light no se corresponde con una disminución de las tasas de sobrepeso y obesidad, sino que incluso se correlacionarían con un aumento de las mismas.


De hecho, un nuevo metaanálisis publicado en la revista Plos One pone de manifiesto la preocupación por los posibles efectos compensatorios al tomar este tipo de bebidas, que podrían inducir un aumento de peso de manera similar que si hubiéramos consumido azúcar. Existen varios mecanismos propuestos que expliquen este hecho, aunque ninguno confirmado por el momento. Entre los más destacados encontramos que las bebidas light podrían ser capaces de activar los receptores del sabor dulce, incrementando así nuestra necesidad de consumir algo azucarado y además aumentando nuestro apetito. Se cree que podría ser debido a una desregulación de hormonas intestinales de hambre y saciedad. Por otro lado, es probable que al consumir bebidas sin calorías, termine compensándose con la ingesta de otro tipo de alimentos para saciar el hambre que generan y que normalmente son hipercalóricos.


De acuerdo a lo anterior, diversos estudios han observado como un consumo habitual de bebidas light se asocia con un aumento de peso, del Índice de Masa Corporal (IMC) y del riesgo cardio metabólico (diabetes y enfermedades cardiovasculares). Pese a ello, como no son estudios de intervención a largo plazo, no se sabe si pueden existir factores de confusión como el estilo de vida que acompaña a las personas que consumen más bebidas light, como el fenómeno conocido como «mentalidad Big Mac y bebida light´´. Este término explica como al pedir una bebida acalórica, nos sentimos menos culpables de tomar un menú alto en grasa como una hamburguesa con patatas fritas. Algunas investigaciones de comparación entre consumo de bebidas azucaradas o light han observado como el aumento de peso no difiere significativamente si se consumen cantidades de refresco similares. Además, se ha visto que los niños que habitualmente toman refrescos light tienden a comer más y a tener mayor obesidad en la edad adulta por lo que no es una estrategia para la reducción de peso.


En cambio, otro grupo de investigaciones ha encontrado un efecto nulo o incluso modestas reducciones de peso. Es importante aclarar que la mayoría de las investigaciones que no encuentran asociaciones con la obesidad, son patrocinados por empresas privadas, lo cual hace más compleja la situación.


Otros estudios han llegado a hablar de que el consumo de edulcorantes habitualmente puede influir en nuestra micro biota intestinal, que a su vez, es capaz modificarse y predisponer a la obesidad o incluso a desarrollar intolerancias a la glucosa que podrían desembocar en diabetes tipo II. Un estudio de la revista Nature, investigó con tres cohortes de ratones el efecto de tomar edulcorantes a diario, empleando sacarina, aspartamo y sucralosa. El resultado fue que los ratones que adquirieron peor tolerancia a la glucosa fueron aquellos que tomaron edulcorantes artificiales por encima que los que consumieron azúcar. Tras analizar las causas, vieron una posible correlación con la modificación de bacterias de la flora intestinal.



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